¡Avanza la privatización de la USCO!
La universidad que en otro tiempo fuera construida por los sectores populares del departamento como un proyecto a futuro que diera cabida a quienes aspiraran a tener un grado más alto de compromiso con su gente, formándose ética e intelectualmente, para brindar desarrollo material y humanístico, hoy ve frustrada su vocación de servicio, bajo las dinámicas que impone la actual administración, continuista del proceso de privatización de la educación superior auspiciado por un marco normativo que permite la paulatina desfinanciación y venta de servicios para su subsistencia como institución de Educación superior.
Afirmamos sin pelos en la lengua que la Universidad asiste a un proceso de censura y aislamiento, porque anterior al proceso de elección de rector, se han presentado situaciones que para los administrativos y por gran parte de los profesores y estudiantes ha sido pasado por alto, como la ausencia de una discusión pública y abierta con todos los integrantes del alma mater, sobre las decisiones que se toman y que definen el que hacer de la universidad, reduciendo la participación de la comunidad, trayendo consigo la inexistencia de una verdadera democracia dentro del claustro, muestra de ella son los acuerdos que han emanado de la administración de manera unilateral que afectan la libertad de cátedra, de expresión, de reunión y de difusión del pensamiento. En otra medida cuando se cierran los espacios dispuestos para el esparcimiento y el diálogo, dando preeminencia a proyectos de infraestructura que suponen sobrepoblar el campus con el objeto de brindar solo lugares para las cátedras académicas, desconociendo las múltiples actividades que desarrolla el estudiantado cotidianamente, donde se impone una idea de un instituto técnico de formación en las competencias académicas de las disciplinas ofertadas, sin dar lugar a un proceso educativo que constantemente se renueve, tomando en consideración los sujetos a los que se debe. Por otro lado está la censura de la expresión cultural que surge desde el estudiantado que pretende mantener viva su historia y su sentir es ahora sepultada bajo el barniz de impunidad con el que se pretende cubrir las paredes de la diversidad, caso tal el mural que recordaba a los hoy prisioneros políticos del movimiento estudiantil, víctimas de un montaje judicial, Jorge Eliecer Gaitán Hernández, Carlos Lugo y Oscar Eduardo Gasca, y muchos otros más significativos para todas y todos, en un claro ejercicio de facultades administrativas desmedidas.
Frente a éste panorama, solo nos queda continuar fortaleciendo los espacios que extracurricularmente hemos creado los estudiantes, en los cuales se vale soñar, discutir y materializar la universidad que en últimas realmente existe en la surcolombiana, la que ama la literatura, la poesía, la música, la danza y la palabra como medio para resolver sus controversias. La que cree en la amistad, en la palabra empeñada, en ayudar al otro a aprender cuando la competencia voraz merodea. Esa que no cree en las barreras de visiones absolutas y déspotas de la enseñanza. La que no quiere limitar a los matriculados el derecho de acceder a cualquiera que lo quiera a la universidad del pueblo, a que aprendamos de los que no tienen formación académica alguna. ¡Bienvenidos los que creemos en esa otra universidad! ¡A convertirla en la universidad de todos!